30.7.06

Me he vuelto a hostiar. Porque no tiene otro nombre. Hos-tiar. Esta vez no conducía yo, menos mal. El caso es que llevaba yo unos días tranquila, disfrutando de un idilio con un jovenzuelo... soñando con el mar en cuanto le daba una calada a un porro de marihuana...

Unas vacaciones idílicas, una vuelta a la adolescencia de esas tontas. De vez en cuando pensaba: joder... quiero irme a la playa. Echo de menos el olor a mar.

Bueno, pues zas! Olor a mar no tenemos, pero una cicatriz lisista, como una charca sucia en la rodilla, otra que me recorre el brazo como una ría gallega, y un olor a gamba procendente de la terraza de abajo que ni te cuento.

Y voy a parar aquí, porque se me están ocurriendo todo tipo de improperios.

Eso sí, Baldo vive como un cabrón. Me lo están sacando entre todo el barrio, y es que no le veo el pelo. Parece un marido. Le voy a dar un beso cuando me acusto, y me aparta con un suspiro de agotamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario