19.6.06

El sábado tenía una boda. Como siempre, llegué tarde a la ceremonia. Entré en la iglesia tratando de ser lo más silenciosa posible. Me senté en un banco del fondo y traté de situarme en la escena y recuperar la respiración, ya que había llegado corriendo. Me costaba enfocar, me había pintado tanto los ojos que me lloraban un poco. Y al cabo de un buen rato, me di cuenta de que no había ni una sola cara conocida, y que aquello no era la novia de rodillas. Era el encaje que envolvía a un bebé. Estaba en el bautizo de un niño desconocido. La boda es el sábado que viene.

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