30.7.06

Me he vuelto a hostiar. Porque no tiene otro nombre. Hos-tiar. Esta vez no conducía yo, menos mal. El caso es que llevaba yo unos días tranquila, disfrutando de un idilio con un jovenzuelo... soñando con el mar en cuanto le daba una calada a un porro de marihuana...

Unas vacaciones idílicas, una vuelta a la adolescencia de esas tontas. De vez en cuando pensaba: joder... quiero irme a la playa. Echo de menos el olor a mar.

Bueno, pues zas! Olor a mar no tenemos, pero una cicatriz lisista, como una charca sucia en la rodilla, otra que me recorre el brazo como una ría gallega, y un olor a gamba procendente de la terraza de abajo que ni te cuento.

Y voy a parar aquí, porque se me están ocurriendo todo tipo de improperios.

Eso sí, Baldo vive como un cabrón. Me lo están sacando entre todo el barrio, y es que no le veo el pelo. Parece un marido. Le voy a dar un beso cuando me acusto, y me aparta con un suspiro de agotamiento.

13.7.06

El pasado mes de junio, como se me planteaba otro verano de asfalto (y no me refiero a la moto), decidí que me iba a apuntar a clases de francés, de tai-chi, de pintura, de lo que fuera. Al francés (y me refiero al idioma) le tengo alergia desde que estuve en un curso intensivo una temporada, y la profesora me decía: "señoguita, la pgronunsiasión bien, pego no hace faltá que pongá esa caga". Así que me decidí por el tai-chí desde que leí, no recuerdo dónde, una defensa acérrima de Lou Reed, en la que hablaba de técnicas de guerreros. Y a una... los guerreros... pues como que sí. Y Lou Reed... pues un poquito de también.

Al final, como siempre, no me he apuntado a nada, porque cuando me decidí a mirar el calendario, ya había comenzado la segunda semana de julio, y cada vez tengo menos asfalto (emmm... me refiero a tiempo libre urbano) y más trabajo.
Jooooo-der cómo quema el asfalto. Qué dolor de rodilla. DIOSSSS.

11.7.06

Ya. Ya tengo mi vespa. Allí se ha quedado la pobre. Sola. Torcida. Tristona. Pero con la tripa llena.

10.7.06

Me he comprado una vespa. Me la dan esta tarde. Eso es en lo único en que soy capaz de pensar. En una vespa. Y en que me la dan esta tarde.

4.7.06

Me levanto a las 6 de la mañana. Me vuelvo a acostar. Me levanto a las 6,25 de la mañana. Me planteo si me vuelvo a acostar, pero la visión de un perro marrón claro que corre a gran velocidad hacia donde yo estoy, con una enorme hamburguesa en sus fauces y un rabo cuyo movimiento podría ser el final de cualquier escaparate de Lladró, me obliga a situarme en el mundo. Corro a la ponerle la comida para que se olvide durante unos segundos de mi existencia, y procedo a mis abluciones. Me despierto. Me coloco una pulsera protectora china que me regalaron la semana pasada y bajo al animal marrón que, tras mi medio litro de café, ya tiene nombre. Paseamos como una pareja decente por un parque de lo más civilizado. Grupos de chavales y no tan chavales echan los restos por las esquinas de la Plaza de Oriente. Se hace de día. Vuelvo a casa, cojo el libro que me enganchó anoche, y me dirijo a la ruta que me lleva a trabajar. Abro el libro. Leo. Me gusta mucho. Qué poca información sobre la autora. ¡CRASH! Una mujer ha decidido obviar nuestro autobús, y se ha quedado sin coche. Confusión. Cierro el libro. Bajo. Fumo. Indignada por la existencia de autobuses que, en general, estorban, escucho cómo llama a la policía. Entro y sigo leyendo. Llego al curro. Entro en blogger. Escribo un post. Y cuando busco mi pulsera china en internet, descubro que ni es protectora, ni es una pulsera, es el tirador de la puerta de un mueble Ming.

3.7.06